jueves, 29 de octubre de 2015

Día de Muertos

DÍA DE MUERTOS – Declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la humanidad por la UNESCO.

La fiesta para los muertos es una forma de rendir culto a los antepasados, aun cuando para la gente extraña a nuestras costumbres pueda llegar a ser irrespetuosa. En México, más de 40 grupos indígenas que superan los seis millones de personas, sostienen rituales asociados con la celebración del día de muertos, aunque el Día de Muertos como lo conocemos hoy es producto del sincretismo religioso de dos culturas: La hispana y la prehispánica.



El día 2 de Noviembre, es el día en que las almas de nuestros antepasados, regresan a las casas a convivir con sus familiares aún vivos. Es importante mencionar que en algunos grupos indígenas los antepasados, algunas veces deificados, regulan las relaciones entre los individuos.

En la Noche de Muertos en estados como Michoacán, artesanos elaboran adornos de papel picado, alfombras de flores y arreglos de guirnaldas que embellecen a las tumbas, calles, templos y lugares en donde se realizan los rituales en una costumbre sumamente enraizada y sobre todo viva.

La ofrenda juega un papel preponderante, es el centro de la celebración. Ofrendar es compartir con los parientes difuntos ciertos goces de la vida como expresión de sentimientos de gratitud, amor y veneración. Las ofrendas se colocan dentro de la casa en el altar familiar. De ellas los muertos absorben sólo el aroma. La ofrenda varía según se trate, de la dedicada a los niños o a los adultos. El día 1 de noviembre se coloca para los difuntos pequeños fruta, postres de calabaza, arroz con leche, tamales de dulce, calaveras de azúcar y dulces de almendra. Se les pone también un vaso con agua y pan. Se enciende copal y se ponen flores de cempasúchil y se enciende una veladora por cada difunto. La ofrenda se modifica el día 2 de noviembre para los adultos y además de lo ya anteriormente mencionado, se incluye comida de gusto más condimentado como guisados, mole o tamales además de licor, tabaco, refrescos, cerveza o tequila, según haya sido la costumbre del muerto en vida.



Fuera de la casa se ponen pétalos de cempasúchil regados por el suelo, veladoras y copal encendido para marcarles el camino. Para facilitar su entrada a la que fue su antigua vivienda, se deja todo abierto. A la hora que se piensa que llegan los muertos, el jefe de familia les dirige la palabra explicándoles que se les recordó y como prueba de ello se les puso su ofrenda.

Es tan importante esta celebración que muchas personas aunque ya no vivan en el poblado y radiquen en otros lugares de la república, hacen un viaje especial para reunirse con los suyos en esas fechas.

¡Tradición orgullosamente mexicana!